viernes, 27 de agosto de 2010

Primeras impresiones

Dicen que casi siempre las primeras impresiones sobre un lugar son equivocadas. Seguramente. Sin embargo, después de nuestra primera semana en Bali, eso es todo lo que tenemos, primeras impresiones, así que me dispongo a compartirlas con vosotros.

- Aquí la vida transcurre mucho más despacio que en Madrid. Todo es más relajado, y el tiempo no parece ser un valor tan esencial como en España. En las calles de los núcleos urbanos se oyen constantes pitidos, pero no son para meter prisa al de delante en los semáforos, sino los taxistas que tratan de llamar la atención de los turistas con el claxon.

- Hace mucho calor, especialmente al mediodía, y la humedad provoca que mi piel brille y mi pelo se erice a lo afro. Sin embargo, es bastante soportable por las noches y hemos dormido muy bien, incluso sin poner el aire acondicionado

-Todo es más pequeño: los frascos de champú, los refrescos, los paquetes de cereales… un 30% menor, y a veces más… Todo excepto la cerveza, que es del mismo tamaño… ¡o el doble!

-Los balineses son amabilísimos, y parecen muy buenas personas. Se deshacen en atenciones con el lechón, y sonríen siempre. Es una gozada.

- Hemos conocido solo las playas de Tuban, Sanur y Seminyak, y las tres son bonitas. La de Tuban, la menos turística, tiene mucho encanto con sus barcos de pescadores, la de Sanur, más familiar, repleta de chiringuitos y con montones de cometas surcando el cielo, la de Seminyak, la más “chic”, ideal para disfrutar de un atardecer maravilloso con una “Bintang”, la cerveza local, en la mano.

- Cada 100 metros hay un local de masajes, manicuras, y tratamientos de belleza de todo tipo. Y son baratísimos, desde 50000 rupias (más o menos 4€) el masaje de una hora. Los locales más baratos carecen de estética y la higiene es algo dudosa, pero si consigues relajarte en esos aspectos, el masaje puede ser tan bueno como la masajista que te toque. Yo me dí uno el primer día y fue excelente. D. no puede decir lo mismo porque según él su masaje de ayer fue un desastre. Con los precios que tienen y lo que a mí me gustan estas cosas, pienso hacerme al menos un tratamiento a la semana.

- Abrir una cuenta bancaria como extranjero en Bali no es nada, pero que nada fácil. Sin embargo, con insistencia y un poco de dinero casi todo se consigue, así que lo hicimos, y ya tenemos nuestros “fondo” a buen recaudo en “Permata Bank”. Otro día cuento los pasos a seguir por si a alguien le interesa.

-No hay paraíso sin mosquitos… así que vamos untados de “Autan” a todas horas, y aún así no perdonan. Sobre todo a mí, que me tienen frita de picaduras. Por suerte aquí el ungüento antimosquitos es muy barato, porque lo gastamos por toneladas.

-La comida está muy rica, no es tan picante como dicen, pero sí poco variada: arroz frito, fideos salteados, pinchitos de pollo o ternera, sopas riquísimas… Me gusta pero estoy deseando hacerme una ensalada con un montón de aceite de oliva.

Ayer nos mudamos a un apartamento con cocina en Sanur. Estaremos aquí un mes, o hasta que encontremos una casa definitiva. Hasta ahora hemos estado con nuestros amigos Vicente y Ari en el hotel “Rama Beach”. Pero ahora que ellos se han marchado de vuelta a España es cuando comienza nuestra verdadera vida en Bali.

jueves, 12 de agosto de 2010

Trastos y recuerdos


Nos queda una semana para emprender el viaje de nuestra vida, y estos días me veo inmersa en una vorágine de cajas y maletas. Todo el que ha hecho una mudanza sabe lo increíble que es la cantidad de trastos que se pueden llegar a acumular en una casa. No se sabe muy porqué almacenamos cosas que no utilizamos, ni miramos, ni apenas sabemos de su existencia hasta que, cuter en mano, emprendemos la tarea de meter toda una vida en cajas. Está claro que ni miramos, ni recordamos, ni hacemos puñetero caso de todas esas cartas antiguas, libros ya leidos, dvd's vistos, juegos de mesa rotos, ropa pasada de moda que"sialgúndíaselleva".... que tenemos en los armarios, ¿me equivoco? Y aún así... tirarlos es una ardua tarea, y nos duele tanto, que al final seguimos embalando y haciendo cajas, cargándolas y pagando trasteros para almacenar nuestros recuerdos, aun sabiendo que la mayoría de ellos solo están cambiando de ubicación, una vez más, antes de su fin inevitable: LA BASURA.

martes, 3 de agosto de 2010

Maletas naranjas

No es que pretendiera ser el colmo del glamour en el viaje a Bali. Cuando se viaja en turista y en compañías de bajo coste no se puede aspirar a ser tan divina como Karen Blixten en Memorias de África, cruzando el mundo con su porcelana y sus colchas de seda. Estaba resignada a no ser como ella, y aún así me encanta recordar esa escena de la maravillosa película, hacia el final, cuando Robert Redford aparece en la granja y encuentra a Karen sentada sobre una caja, pero aún así bebiendo vino en una copa de cristal. Denis entra, guapísimo, vestido de safari, y comenta con sorna "ahora que empezaba a gustarme tu porcelana", a lo que ella contesta, melancólica, "me estaba acostumbrando a vivir sin ella", todo mientras suena una música terriblemente triste en el gramófono que él le había regalado.


En fin... me encanta esa peli, pero una no es Karen Blixten ni estamos a principios del siglo XX. La parte buena es que no tendré que lidiar con tigres ni leones, ni sifilis o al menos eso espero. La mala, además de que no voy a conocer a Denis... es que llevo maletas NARANJAS!! Si, si, como lo oyes. Si vives en Madrid tal vez me hayas visto esta mañana, atravesando el centro comercial La Vaguada con cara avergonzada, cargada con tres enormes maletas color butano. Eran las más feas de todo Alcampo. De hecho creo que eran las más feas de todo el centro comercial, y probablemente las más feas del mundo. Pero por lo visto, según sus fabricantes, son también las más ligeras: 2'76kg pesa el maletón gigante y 1,94 el trolly de cabina. En aras de llenar las maletas todo lo posible sin pagar (aún más) exceso de equipaje, y haciendo alarde de un gran sentido práctico... he comprado 5 maletas de un gusto espantoso. Y debería estar orgullosa. Pero mi (algo exagerado) sentido de la estética no me lo permite.


Caminando por la Vaguada con semejante equipaje no podía evitar sentirme observada. Pensarían, ¿y a esa chica quién la ha engañado? Anda que se habrá quedado a gusto con su elección. ¿No habría unas maletas más feas? Porque si aún fueran negras o azul marino.... pero naranjas!! Pues no señores, no, no las había más feas y solo quedaban naranjas.