viernes, 26 de noviembre de 2010

Razones para vivir en Bali: Viajar

Mi madre no entiende qué hago en Bali. Sí, como lo oís, así me lo dijo cuando llevaba aquí un par de días. Esto le parece tercermundista, sucio, feo y lleno de bichos. Y la verdad es que la entiendo. Yo a veces también me pregunto qué se me ha perdido en esta parte del mundo. Porque una cosa es venir a Bali en plan viaje de novios: hotelazo, playita, masaje, compras y regateos varios, excursiones, arrozales, cenas a la luz de las velas, y de vuelta a España... Y otra muy diferente es vivir aquí y enfrentarte todos los días a un calor y una humedad insoportables, mosquitos a go gó, una cocina que más bién parece un camping gas, agua amarillenta y otras lindezas que explicaré detenidamente en otros posts. Así que he pensado que, para no engañar a nadie, voy a inaugurar dos nuevas secciones en este humilde blog. A saber:
- Razones para vivir en Bali
- Razones para salir corriendo (hacia España, se entiende, o en su defecto cualquier lugar civilizado)
Mujeres caminando hacia una ceremonia religiosa cerca de Bedugul, en el centro de Bali
Pero ahora que tengo que convencer a mi progenitora de que no he perdido completamente la cabeza, tengo que empezar justificando el hecho de vivir aquí. Y viajar es una de mis principales razones. Soy un alma viajera. Adoro conocer lugares nuevos, comidas exóticas, paisajes distintos, lugares bellos y no tan bellos, pero al menos diferentes. No me importa pasar calamidades en el camino. No me importa renunciar a mi almohada (cómo la echo de menos) o al cocido madrileño (qué rico!). Viajar es un poco como tener hijos: por duro que sea a veces, por mucho que mi niño no me deje dormir, que sea taaaan pesado, que me preocupe, que me deje exhausta, que salga carísimo... ME COMPENSA, siempre, porque le adoro.
El templo de Pura Ulun Danu Bratan es de una belleza sobrecogedora
Viajar es lo mismo. Y en esta isla tengo la oportunidad de vivir un Bali distinto cada fin de semana. De viajar constantemente. Hay lugares sorprendentes, paisajes sobrecogedores y templos cuya belleza te quita la respiración. Esta semana estuvimos en Pura Ulun Danu Bratan, un templo del siglo XVII construido sobre un lago, y también en Tanah Lot viendo como el sol se ponía sobre el mar. Me siento como una eterna turista, pero con la enorme suerte de no tener que descontar los días que me quedan de vacaciones.
Próximamente os contaré alguna de las razones para salir corriendo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Comer en Bali

Típico plato de pescado y marisco con arroz para degustar viendo el atardecer


Seguramente Bali es uno de los lugares del mundo donde se puede comer mejor y más variado. Eso si dejamos a España fuera de la competición... por supuesto! La comida indonesia, y la balinesa, es deliciosa. Comen mucha verdura cocinada siempre con especias exquisitas, pescados, zumos de frutas... El único problema es que casi todo tiene una dosis de picante bastante superior a la tolerancia del español medio. Pero a todo se acostumbra uno y después de un mes aquí lo que los primeros días te parecía que era puro fuego lo calificas con un modesto picaunpoquito. Y eso que aquí pica hasta el huevo frito, y no es broma. Pero lo realmente asombroso de Bali es la cantidad de restaurantes en los que degustar los placeres gastronómicos de todo el mundo. Aquí puedes probar el mejor sushi con un pescado fresquísimo, la cocina tailandesa más exquisita, pizzas auténticas en horno de leña, marisco, cocina sofisticadísima estilo francés, y hasta comida española. Hay un restaurante para cada paladar y para cada bolsillo, y se puede comer desde menos de un euro el plato hasta más de cincuenta. Hay lugares cutres a más no poder que cocinan sin luz eléctrica en una especie de chabola, y aún así se las ingenian para elaborar todo un menú a base de arroz, noodles, verduras, huevos, pollo y patatas.

las mazorcas de maíz que venden por la calle están riquísimas

Nuestro presupuesto no nos permite ir a los restaurantes caros que menciono. Además, viviendo aquí y con un niño pequeño, no se sale tanto a comer fuera. Pero creo que para los que vienen de vacaciones debe de ser una auténtica delicia cenar cada noche en un lugar diferente y siempre atendidos por un personal tan servicial y encantador como el de Bali.

esto equivale aquí a nuestros "frutos secos y variantes"

El capítulo del supermercado ya es otra cosa. Las primeras veces que fuimos a hacer la compra nos parecía todo tan complicado que al final llegábamos a casa cargados hasta los topes, pero a la hora de ponernos a hacer la cena no teníamos ni idea de qué cocinar. Algunos alimentos que en España consideramos básicos aquí son carísimos (el queso, el aceite de oliva, el vino, las aceitunas, el embutido...), o directamente no existen (no hay garbanzos ni lentejas), así que recuerdo que hacer la compra nos llevaba horas porque vagábamos por los pasillos desesperados a la búsqueda de una lata de atún o un bote de tomate frito.

"Bimoli" es la marca de aceite de palma líder en indonesia. Aquí lo llaman "Minyak Goreng", que quiere decir "aceite para freir"
Ahora hemos mejorado bastante, en parte porque hemos renunciado a comer exactamente igual que en Madrid. Además, después de horas de investigación por los pasillos, sabemos donde encontrar cada cosa, empezamos a conocer las marcas de aquí, y no tenemos miedo de probar. Hacemos una compra más ecléctica, con menos alimentos importados y más productos locales. Eso sí, sigo echando de menos muchas cosas y menos mal que mi madre nos envió una maravillosa caja que ponía a prueba la aduana indonesia porque contenía más ibéricos y vino de lo que han visto muchos balineses en toda su vida... por poco lloramos al abrirla, ¡gracias mamá!

Por cierto, mi madre y mi tía están a estas horas viendo algún templo en Bangkok y en sólo 48 horas estarán volando rumbo a Bali, ¡me muero de ganas de que lleguen!

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Visita al mercado: Pasar Badung

Mujeres como ésta se ofrecen a cargar con tu compra en cestas sobre su cabeza
Siempre me han gustado los mercados. Tal vez porque forman parte de mis recuerdos de la infancia. Desde muy pequeña y hasta la adolescencia acompañaba a mi madre a hacer la compra en uno de esos mercados tradicionales donde quienes venden la carne, el pescado, el pollo o la fruta, saben el nombre, vida y milagros, de cada una de sus clientas (casi siempre mujeres aún). Me encantan esos "tenderos" que, tras una vida entera en el "puesto" pegándose madrugones de aúpa, aún tienen la sonrisa a punto y la broma dispuesta para alegrar la mañana a una nonagenaria diciéndole aquello de, "Señora Maruja, está usted más guapa cada día". Me gusta el ambiente, el colorido, los olores mezclados entre la charcutería y la fruta. Las señoras con sus carros repletos, el ajetreo, las bromas, las pullas, la familiaridad de los comentarios en el mostrador... "pero que sea del que a mí me gusta" o la eterna "córtamelo finito que es para el niño". Recuerdo un día hará unos 20 años que yo intenté saltarme la cola de la pescadería para recoger un encargo de mi madre y, cuando una anciana cargada de razón osó protestar, "nuestro" pescadero la calló diciendo: "señora, es que esta moza me va a durar más que usted como clienta"... Pero lo dijo con tanta gracia que la señora se partía de risa.

Bueno, pues todo esto en Bali no pasa.


Estuvimos el otro día en el mercado central de Denpasar (Pasar Badung) porque yo, en mi infinita inocencia, pensé que sería un plan divertido para pasar la mañana, hacer fotos y de paso llenar la nevera. Y nada más lejos de la realidad. No me gustó nada, nadita nada. Al llegar, el olor a podrido nos recibió como una bofetada, y a partir de ahí aquello solo podía empeorar: los puestos estaban sucios, había ratas saltando entre la comida, insectos por doquier... Para colmo, varias mujeres nos perseguían insistentemente para vendernos especias, lo que resultaba muy incómodo. Pese a todo intentamos comprar un poco de fruta, pero no hubo manera porque había que regatear por cada mango y por cada aguacate si no querías pagar precios astronómicos. En fín... que como diría Sabina, "que no disfruté, que no vuelvo más".