miércoles, 20 de octubre de 2010

Mi tesoro


El ser humano tiene, por naturaleza, tendencia al inconformismo. En verano protestamos por el calor y en invierno suspiramos por un rayo de sol. Si tenemos el pelo rizado, dedicamos horas a alisarlo, aunque achicharremos nuestra cabellera en el camino. La morena quiere ser rubia, y la rubia... en realidad no sé si quiere ser morena, porque yo no conozco a ninguna (natural al menos).
Y luego está lo de buscar nuestro lugar en el mundo. Si vives en una gran ciudad echas de menos la paz y tranquilidad que se respira en el campo. Quién no ha escapado de la estresante Madrid un fin de semana y, sentado en una terraza mirando a un prado ha dicho aquello de "y si nos vamos a vivir al campo?". Pero si vives en un pueblo te abuuurresss soberanamente y sueñas con ir al teatro, o a ver un musical, cosa que si resides en la capital y a tiro de piedra de la Gran Vía haces una vez cada lustro, con suerte.
Yo en Madrid vivía a toda velocidad. Tenía un trabajo de mucha responsabilidad con jornada reducida-intensiva de 9 a 16h. Esto suponía una bajada de sueldo, que no de tareas ni de exigencias... o sea, un engaño. Un hijo pequeño que no me dejaba tiempo para casi nada. Un piso de ochenta metros con una nevera que había que llenar cada tres días porque parecía tener un agujero negro. Un marido por quien tenía que seguir mirándome al espejo de vez en cuando, depilándome, arreglándome el pelo (yo lo tengo rizado y lo quiero liso, no digo más)... cosas que llevan su tiempo, no creáis. Tenía madre con la que hablar al menos una vez al día. Familia de una y del contrario con quienes comer los domingos. Amigas a las que llamar en los atascos y tratar de ver, sin éxito, al menos una vez al mes. Vida social cada vez más escasa. Y claro, como casi todas suspiraba por vivir más despacio. Por desayunar tranquilamente sin tener que salir con la lengua fuera. Por dormir ocho horas. Por dedicarle tiempo a organizar mis fotos, a escribir, a escuchar música, a leer... Por mirar al techo y pensar.
Y hoy puedo decir por fín que tengo TIEMPO. El lechón está en el guardería hasta las dos, después de un largo break de 20 días que se nos ha hecho interminable. A partir de ahora las mañanas de lunes a viernes son MÍAS. Siento como si tuviera un gran tesoro entre mis manos, un diamante en bruto, una obra de arte, un híbrido entre el Santo Grial y la piedra Roseta. Hoy estoy feliz  porque mi tiempo es mío.

6 comentarios:

  1. suena TODO a coaching personal viable.
    lástima esas amigas a las que has dejado sin tí.
    afortunadas ellas cuando tenían tu tiempo...
    DISFRUTALO
    y sigue escribiéndo!

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  2. enhorabuena reina, conquistar tiempo para una es el mayor placer cuando eres madre y curranta...

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  3. No sabes la envidia que me das! (je,je,je)

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  4. Qué suerte... Te leo y no sé si me estoy equivocando con la vida que llevo. Un beso y disfruta de la libertad!

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  5. Te entiendo perfectamente, y me encanta cómo lo expresas porque es así tal cual. Yo ahora con la otra enana que aún no va a la guarde he dejado de tener ese lujo de las mañanas para mí, pero no me quejo, porque sigo viviendo sin estrés!
    Besos wapa!
    Vane

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  6. Ufffff!! Eso que cuentas es más que un tesoro; es un lujo, una oportunidad de oro, un bien de los más preciados por escaso... el mal de toda madre: la falta de tiempo. Disfruta muchísimo de esta vida que has ido a buscar, eres una valiente y ya estás empezando a recibir tus recompensas por ello. Enhorabuena por semejante lujazo!!

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